Era un domingo lluvioso y frio de esos días en los que salir a la calle da cobardía… para colmo de males estaba sola y aburrida en casa, sin nada que hacer ni nadie con quien hablar. Fue entonces que me prendí al ordenador para matar el rato las horas antes de ir a dormir.
Luego de chequear el correo, Facebook y chatear con los últimos contactos online me quede nuevamente sin saber qué hacer, por lo que no se me ocurrió mejor idea que ponerme a leer algunos relatos eróticos. Al poco rato de engullir palabras candentes cargadas de sensualidad mi vagina comenzó a cosquillearme, me estaba poniendo realmente caliente y tenía ganas de follar.
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Dentro de la gaveta del armario guardo mi “kit de urgencia” para momentos en los que no tengo ni perro que me ladre, pero ese día el vibrador no consiguió saciar mis ganas. Entonces fue que se me ocurrió chatear en una sala porno, además tenía intenciones de al fin concluir una fantasía sexual de años: tener sexo virtual mientras otro me observa por web cam.
Ni lerda ni perezosa me las arreglé para elegir a uno de los tantos hombres cachondos que me ciberacosaban y nos comunicamos por Skipe. Realmente no me importaba como él fuera, daba igual mientras tuviera una polla gruesa y dura que mostrarme y la suficiente energía para decirme cosas cachondas, pero cuando lo vi me quedé perpleja, era sencillamente un macho con todas las letras y al segundo noté como mis bragas se humedecían con solo mirarlo.
Cumpliendo el rol de cualquier prostituta cibernética me comporté como una femme fatale moviéndome delante de la cam como si fuera el flash de un fotógrafo de playboy. Quería hacerlo desear y calentarlo hasta que me rogara, quería dominarlo hasta que reventase de codicia por mi carne.
Cuando no daba para más el inició el juego más fuerte con
“¿Cuándo vamos a empezar a follar? Quiero pasarte mi lengua por tu coño…”
No perdí tiempo con más preámbulos y me quedé en cueros frente a la cam para ofrecerle mi anatomía en bandeja.
Agarrándome las tetas las empecé a sobar mientras él me pedía más y más, bajé una mano hasta el coño y empecé a acariciarlo despacito para disfrutar cada sensación mientras le decía lo mucho que me calentaba verlo amasijando su verga gorda. Los gemidos no tardaron en escapar de mi boca y mis dedos se sumergieron en la vagina hasta quedar mojados con el flujo; mientras entraban y salían yo imaginaba que era ese pene duro el que me penetraba y tenía al ejemplar de hombre friccionando mi sexo con su pubis.
Me relamía de placer y le dedicaba las mejores poses eróticas que podía imaginar. Arrodillada sobre la cama me puse de espaladas a la cámara y mientras le mostraba mis nalgas abiertas insertaba un dedo en mi ano y con la otra mano metía el consolador en el coño a la vez que le gritaba:
-“Fóllame, fóllame, así fuerte como me gusta…la quiero entera, dámela toda”
El estar ante la cámara me excitaba y me ponía a mil; el saberme observada mientras me masturbaba era un sueño hecho realidad, me sentía en la cima del éxtasis, una montaña rusa de la que no pretendía bajar.
El encuentro virtual me había desatado, estaba totalmente desquiciada de lujuria, desinhibida y liberada. A tal punto que empecé a chupar el consolador mientras le decía que así es como se la chuparía a él si lo tuviese enfrente y lo volvía a insertar en mi vagina masajeando con los dedos libres el clítoris cada vez más erecto.
Acabé y lo calenté una y otra vez, hasta que pude ver cómo mi amante virtual se venía en un orgasmo colosal desparramando el semen que brotaba a borbotones de su verga. Lo observaba embelesada a la vez que con las piernas abiertas pasaba los dedos por el coño, los olía y lamía contándole que de ese mismo modo se la limpiaría hasta que no quedase una gotita si la tuviera frente a mi boca.
Y él con una libidinosa sonrisa me respondió ¿y qué esperas para volvérmela a parar?, calladita y sin chistar me dispuse a volverlo a calentar…