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[Relato erótico] El mejor polvo

El calor de sus manos me encendía de tal modo que no conseguía controlarme, el aliento húmedo sobre mi cuello y la suavidad de sus labios me transportaban más allá del bien y el mal. Lo deseaba con cada fibra de mi cuerpo, necesitaba sentir sus manos sobre mi carne, saborear su esencia y su sexo entre mis piernas. No me importaba nada más.

Sin preámbulos masajeaba su entrepierna y mi excitación aumentaba al mismo tiempo que el tamaño de su pene. Entonces mi boca comenzó el descenso; pasé de su boca al cuello y luego al vientre para culminar frente a su sexo.
Empecé besándole los testículos, succionándolos suavecito y envolviéndolos con mi lengua.

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sexo en el coche

Una vez que tuve su verga en mi boca la tragué por completo, hambrienta de deseo por esa carne. Se la chupaba con diligencia manteniéndolo siempre a punto hasta volverlo loco de deseo al mismo tiempo que mis manos se fregaban contra el clítoris y me regalaban los más intensos orgasmos. Jugueteaba succionando el glande, recorría con los labios todo el contorno y envolvía el tronco con la lengua como si fuera una vaina.

El me tomaba de los cabellos y con fuerza llevaba mi cabeza hacia adelante para que la tragase completamente. El palpitar de su sexo dentro de mi boca, el calor y el sabor de sus jugos me ponía a mil. Se la mamé hasta hacerlo volar y explotar dentro de mis fauces. Pero no era suficiente, aún quería más…

Dejándome llevar  por el instinto animal del sexo me abalanzaba sobre él, besándolo, tocándolo y restregando mi piel caliente contra la suya. Sentada a horcajadas sobre su pelvis oscilaba la mía mientras frotaba la vulva contra el duro bulto que nuevamente se levantaba bajo su pantalón y me deleitaba con las cosquillas picantes que conseguía.

Sus manos aferradas a mis nalgas acompañaban y guiaban el movimiento… de adelante hacia atrás sin despegar nuestras bocas ni desenmarañar las lenguas. El calor y la humedad del sudor empañaban los vidrios regalándonos una suerte de intimidad descubierta, intimidad que cubría la desnudez pero delataba lo que dentro del coche estaba sucediendo.

Con los dedos hurgaba entre mis bragas tan húmedas para acariciarme el clítoris hinchado, yo dejaba laxas las piernas y me reclinaba hacia atrás sin imponer resistencia alguna, me dejaba ser por esas manos que exploraban mi sexo caliente y hambriento.
Sin dejar de balancearme restregaba su polla completamente erecta contra mi coño embebido en fluidos. Las sensaciones eran tan intensas que me sacudía sin control, espasmos de placer contraían mi vientre y mis uñas se clavaban en el tapizado del asiento con cada convulsión.

Al momento que por fin sentí su verga penetrando mi vagina no pude contenerme. Me apegué mucho más a su cuerpo y comencé a balancearme frenéticamente impulsada por el deseo. De adelante hacia atrás, de arriba hacia abajo mientras él no dejaba de masturbarme el clítoris.

Podía sentir cómo las contracciones de la vagina abrazaban su sexo, su polla estaba hinchada y caliente pero seguía bien dura y presta para darme batalla.  Oleadas de calor invadieron mi sexo y fueron ascendiendo hacia todo mi cuerpo; mientras su semen me llenaba a borbotones me corría tres veces seguidas en orgasmos colosales y tan brumadores que me dejaban sin aliento, extasiada y absolutamente complacida.

Esa noche gocé del más intenso y mejor polvo de mi vida.


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